lundi 12 juillet 2010

Levantaré un pueblo para mis ojos

Levantaré un pueblo para mis ojos:
las voces convocadas por la tierra que arde son fusiles
y tengo pencas de nopal entre las manos
para colmar los muros, las balaustradas, los tejados…
No quiero en él más que unos caballos
con herraduras volcánicas,
dos mujeres inmersas en rebozos negros
y muchos cantos que se oigan desde lejos.

Quiero un horizonte que oscurezca
como el jinete cuando se marcha
y deja todo en silencio,
silencio que murmura a solas en la tierra
y la siembra de espirales que cruzan las veredas:

Yo seré el viento que lo pueble,
el que colme la piedad de su templo
y abunde en la plaza
como un son del que sólo queda el eco.
Patria del designio, este camino es largo sin escala,
necesito agua y alimento y un sombrero nuevo
que pediré prestado a los arrieros
con la promesa de volver si antes llego.

El terruño donde voy ha erigido piedras que me salen al paso,
que me piden ser ladrillos de mi pueblo
y con sólo nombrarlas son cimiento, barda, fachada;
flores de plantas espinosas que son damas
y basta un deseo para vestirlas:
Hay una patria en el camino
y árboles dispuestos a ser hombres,
si quiero.


GABRIEL GOVEA ACOSTA

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